¿Reglas en el amor?
El amor es emoción pura, tratar de acotarlo a través de reglas, normas o principios sería como desvitalizarlo y enjaularlo en un esquema que hiciese las veces de guión para los actores. En este sentido nada tenemos que decir acerca de cómo sentir o expresar el amor– libre, inmenso, infinito, idiosincrático-. Sin embargo, si de lo que hablamos es de un amor concreto, un amor sano, un amor duradero, un amor que se transforme en relación estable, entonces sí parece que subyacen ciertas reglas comunes que hacen de una relación de amor un lugar para quedarse.
Séneca, filósofo, político y orador, nacido en el siglo IV a.C. ya parecía sentenciar una regla universal para las cuestiones del amor: “Ama si quieres que te amen”. Han sido muchos los pensadores, literatos y personalidades que han discurrido sobre el amor y sus reglas hasta la época actual, entre ellos en el siglo XX uno de los máximos exponentes en este tema, autor de la obra El arte de amar, Erich Fromm, filósofo y psicólogo humanista dijo: “Amar significa comprometerse sin garantía, darse por completo con la esperanza de que nuestro amor produzca amor en la persona amada. El amor es un acto de fe y quien tenga poca fe también tiene poco amor”. Actualmente, Joan Garriga, terapeuta humanista y autor del libro El buen amor en la pareja, sostiene y matiza que: “Nadie tiene el poder de hacernos infelices ni tampoco de hacernos felices, porque la felicidad es un estado interior que no depende más que del grado de armonía de cada uno con el latido de la vida”.
Amar y ser amado es una parte de la vida para la que ciertamente no somos instruidos, cada cual dispondrá del aprendizaje obtenido de los modelos familiares y de la propia experiencia, muchas veces careciendo de un plano guía sobre el que poder moverse en las relaciones en busca de un amor nutritivo y equilibrado.
¿Podemos entonces encontrar reglas en el amor que garanticen el desarrollo de una buena estructura sobre la que construir una relación de pareja?
Probemos a extraer los elementos básicos de los que disfrutan las relaciones de pareja largas y armónicas, a saber:
- Sinceridad y naturalidad. Las mentiras tarde o temprano terminan saliendo a la luz y rompiendo la confiabilidad depositada en el otro. La pareja es posiblemente la relación más íntima que llegamos a establecer por lo que será básica la capacidad de ser sinceros, a pesar de que a veces, ser franco con el otro pueda generar crisis. La espontaneidad es clave en asuntos de amor, permite presentarse al otro sin máscaras y emprender un camino de encuentro que puede fluir sin secretos y sin oscuridad. Una relación dónde todo pueda ser conocido y expresado resulta un ingrediente clave para encontrarse y crecer como sistema.
- Confianza plena en el otro. No importa de dónde vengamos ni las vivencias anteriores. Comenzar una relación implica volver a confiar y soltar lastre, los siguientes no deben cargar con los daños previos. La confianza debe cimentarse sobre la idea de que el otro jamás va a dañarnos, solo así le permitiremos que se mueva con la misma responsabilidad que le es entregada. Obviamente las garantías no existen, pero sí podemos generar un espacio en que ambos partan del mismo lema: “Yo sé que tú te haces cargo de tus actos y eres una persona digna de mi confianza, de la misma manera que yo me haré cargo de los míos y soy conocedor de la confianza que tú depositas en mí”.
- Aceptación de todas las partes del otro. Amar va más allá de admirar las partes buenas del otro, se trata de integrar también las malas, aquellas que nos pueden distanciar o desagradar. La aceptación consiste en que tomamos al otro con sus virtudes y defectos, solo así se puede crecer e incluso cambiar, mirar a la pareja desde el amor incondicional es decirle que a pesar de que hay cosas que no me agradan puedo llegar a amarle en su totalidad.
- Deseo de la plenitud y felicidad del otro. El amor no debe ser egoísta ni buscar el bienestar personal, el amor es algo que entregamos con la ilusión de que nos sea devuelto. Las parejas que velan por el desarrollo del otro, que se alegran genuinamente de los momentos vitales de expansión y crecimiento del otro, viven en plena gratitud y mejoran su vínculo con el paso del tiempo, solo así le decimos: “Tu bienestar tiene mucho que ver con mi felicidad, de la misma forma que siento que mi bienestar es parte de la tuya”.
- Compañerismo y amistad. La pareja es un compañero de la vida, el mejor amigo que cumple con los principios de honestidad, lealtad y sostén. Considerar la amistad como elemento básico de la relación implica encontrar puntos de encuentro donde divertirse juntos, actividades comunes en las que lograr complicidad y momentos lúdicos. Reírse juntos, encontrar nuevos retos que superar o descubrir nuevos intereses comunes reforzarán la relación haciéndola crecer cada día más y lo que empezó siendo un punto de encuentro termina siendo un universo lleno de vivencias compartidas.
Seguramente podríamos ampliar la lista con muchos elementos que nutren las relaciones afectivas, que las mejoran y las asientan con el paso de los años, sin embargo estas son las cinco reglas que sentimos tienen que ver con todo lo demás, como normas, como principios, como condiciones para que broten todas las semillas plantadas hasta donde cada cual pueda ser capaz de hacerlas crecer.