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Las personas que no quieren arriesgar en el amor no ganan

El amor es un sentimiento universal y arriesgar en el amor nos llevará al éxito, el amor es instintivo, globalizado, todo ser humano viene preparado para poder expandirse en el amor, para poder entregar su cariño a los demás y para llegar a vincularse a los otros de una manera plena. Por desgracia, el aprendizaje acerca del amor que uno va adquiriendo a través de la experiencia le permitirá desarrollar este potencial o pasear por la vida sin establecer relaciones demasiado profundas, evitando realizar una entrega auténtica de sí mismo con el fin de no poner en juego su seguridad.

Además de la experiencia vivida en cuestiones de amor, las creencias acerca de cómo uno debe vivir o comportarse en el amor, las reglas establecidas culturalmente, las ideas que uno asimila a lo largo de la vida, las expectativas depositadas en la esfera sentimental y los roles o papeles que se tiendan a jugar en cada relación, forman un entramado vivencial que bien puede facilitar o bien puede limitar en el establecimiento de las relaciones de amor.

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En este sentido las personas que creen que el amor es dañino porque genera sufrimiento se expondrán poco emocionalmente y por tanto no se implicarán en exceso, dejando que pasen por delante personas que podrían haber sido importantes para su desarrollo; sin embargo, los que creen que el amor es un regalo andarán por la vida identificando las señales del amor allá por donde asomen. Los que colocan en la pareja la responsabilidad de su bienestar y su felicidad desarrollarán relaciones de dependencia y agonizarán ante su pérdida, real o imaginada, los que sienten a la pareja como compañero diferenciado de sí mismo se podrán expandir en el amor sin angustia y resultará una fuente de gratificaciones y crecimiento personal. Los que fueron traicionados o no queridos o abandonados vivirán el amor con grandes dificultades mientras no curen sus heridas, andarán por tanto escondiéndose de los peligros de caer enamorado y se cuidarán más a sí mismos que al propio amor, perdiéndose en las relaciones de pareja. Así pues, vamos escribiendo nuestras propias historias, desde el amor o desde el dolor, desde el crecimiento o desde la pérdida, arriesgar en el amor nos dará todo ello.

El amor implica asumir riesgos

El amor es una responsabilidad y un motor de cambio vital fundamental, despierta partes de uno mismo que hasta que no son sentidas no pueden adivinarse. Quien no arriesga no gana en el amor, quien no pone en juego todo su ser para consolidar un sentimiento en una relación termina perdiendo. Amar significa entrega, generosidad, implicación, devoción, admiración y también pérdida de uno mismo, el egocentrismo no puede aliarse con una relación de pareja, amar es también renunciar a las necesidades y comodidades anteriores, es transformar la vida sin alterar su esencia para abrirse camino al vínculo más profundo que un adulto establece con otro adulto: la pareja.

Renunciar para ganar

Mientras que el amor propio se alimenta del ego y dirige su atención al bienestar individual, el amor a la pareja alimenta el vínculo y el bienestar del otro, necesita que la mirada se coloque en las necesidades compartidas más que en las propias. Las renuncias tienen que ver con las necesidades exclusivas del egocentrismo: hacer lo que quiero, como quiero, sin pensar en nadie, sin que nadie me dicte, pensar solo en mí y vivir la vida sin ataduras ni compromisos son ejemplos de deseos expuestos en una vida que empuña la bandera de la libertad en su máxima expresión, la de la soledad. Al amar a otro se suma y uno más uno dejan de ser dos para convertirse en tres, siendo el tercero la relación, que va a necesitar de la renuncia de ambos a muchas de sus ansias personales para generar un equilibrio conjunto que permita la expansión de la relación y el crecimiento conjunto. Al asumir la despedida de los beneficios que otorga el individualismo se gana en amor, la afectividad despierta en su cara más profunda, la del amor incondicional y verdadero; se gana en felicidad, en generosidad y en compasión.

Arriesgar en el amor para ganar, atreverse a poner a prueba creencias erróneas sobre el amor, a romper con prejuicios acerca de las personas a la que podemos llegar a amar, a superar expectativas que se impusieron algún día como necesidades a cubrir con la pareja. Aventurarse a caer en brazos de Cupido y ser leal con las personas que aparecen en nuestra vida para convertirse en ese otro que nos brinda el ansiado amor. Arriesgarse y superar dificultades que coloca la vida tratando de impedir una relación, la distancia, la cultura, la familia, la enfermedad, las circunstancias en definitiva que acompañan la relación.

Entonces, cuando uno es capaz de ponerle nombre y darle lugar en su vida al otro con todas las circunstancias que le acompañan, con su autenticidad, sus partes buenas y malas, cuando se superan las barreras y circunstancias desfavorables, las creencias o los deseos limitantes, las expectativas inalcanzables, los miedos aprendidos y se le da sentido a la palabra amor, arriesgando lo necesario para hacerlo realidad, entonces podremos ganar, expandirnos y crecer en el amor.

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