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¿Envejecer o madurar?

La verdad que surgen dudas con este tipo de frases, ¿Qué es envejecer dignamente? Acaso ¿Está escrito lo que debe esperarse a cada edad?, ¿Existen cosas buenas y malas relativas a la edad que uno tenga? Así caminamos por la sociedad, marcando lo que a cada cual le corresponde sin ver más allá que su fecha de nacimiento, creyendo que podemos establecer patrones y formas de vida en función de lo que nos parece correcto. Quizá cada cual debería revisar sus propios prejuicios, ¿Qué pasa con la edad?, ¿Qué problema tenemos con la vejez? ¿No será que nos asusta envejecer y cuando otros lo hacen necesitamos ver que lo hacen “dignamente”?

Eso de ser digno tiende a asociarse con no llamar demasiado la atención, ser recatado, hacerse cargo de los años que tiene cada cual y no pretender parecer lo que no se es. Hemos enaltecido tanto la juventud que no sabemos darle su sitio al envejecimiento, como si nos resultase una molestia o una falta de decoro hacerse viejo.

Pues a ver si tomamos conciencia que la vejez forma parte de la vida, que somos lo que somos en cada momento y que el paso de los años nos moldea, que cada marca en la piel tiene una historia, que cada arruga cuenta vivencias, que el cuerpo es como un lienzo donde dibujar el paisaje que cada cual ha ido elaborando, que la vejez es conocimiento, sabiduría, intuición, que acumular experiencia debería ser un motivo para admirar y no un síntoma de pérdida de la juventud.

Los problemas de la sociedad actual

Tomar conciencia de que el problema lo tiene una sociedad empeñada en que no pasen los años y adiestrada en que hacerse viejo es una desgracia, darnos cuenta de que hemos arrebatado a la vejez lo que en otros tiempos y en otras sociedades se consideraba, la sapiencia de los mayores como referentes para afrontar la vida.

Dejamos que los mayores se encarguen de nuestros hijos, que abandonen sus ocupaciones porque ya no valen, les prestamos poca atención porque no saben lo que dicen, en eso nos hemos convertido, creyendo que la juventud es eterna para quien la posee y que está tan cargada de razón, que nada tiene que escuchar de sus anteriores, pareciéramos una sociedad llena de adolescentes en contra de sus mayores.

¿Qué entendemos por envejecer dignamente?

Y es que envejecer dignamente no tiene que ver con cómo debemos hacernos mayores sino en cómo la sociedad debe devolverle el espacio que se merecen los que nacieron antes, porque así es como dignificamos la vida, respetando lo que cada uno quiere, desea, puede o decide ser, independientemente de los años que tenga. Si envejecer dignamente tiene que ver con que nadie vendrá a quitarte tu sitio, o a decirte lo que tienes que hacer a partir de ahora, o como debes divertirte, entonces quizá debe ser un derecho.

Un derecho a envejecer como a cada cual le parezca, sin juicios ni prejuicios, encarando una etapa de la vida que deberá resolverse como a uno mejor le convenga. Envejecer dignamente no es vestir como a los demás les resulte menos incómodo, ni comportarse recatadamente para no ofender a los demás, no es ponerse ropa de viejo ni hacer viajes diseñados para amansar a grupos de ancianos que no sabemos dónde poner. El problema no lo tienen los viejos, el problema lo tiene el resto que no acepta que esa también será una parte de su vida, en el mejor de los casos.

Adapcación a la edad

Envejecer dignamente debería tener que ver con no tener que adaptarse a lo que los demás no pueden aceptar, que para eso uno ya lleva mucha vida vivida, al que le molesten las arrugas o las carnes colgando que se lo haga mirar porque no sabe poner en su mente que hacerse viejo es tan digno como nacer, que las ideas que alberga sobre la vejez se basan en sus miedos más recónditos y que son las que impiden que demos su sitio a la edad de la contemplación.

Envejecer tiene que ver más bien con madurar, con tener perspectiva de la vida, con haber acumulado momentos de gloria y momentos de pérdida y sí, envejecer es un proceso de pérdida de juventud y el cuerpo se va desgastando, pero no así el ser, todo lo contrario, los años son la esencia del saber, la tranquilidad de no tener que inflar el ego, uno se va alejando de la ambición y la necesidad de brillar para encontrarse consigo mismo, uno más, sin mayor pretensión que poder vivir la vida sin angustia, sin tantas necesidades, con menos apego a las cosas y a la juventud, posiblemente con más conciencia que nunca.

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Y eso es lo digno, que ya no necesitas que nadie te acepte ni te admita en su grupo, que ya puedes presentarte al mundo realmente tal y como te conviene y te nutre, que ya no está uno tan atento en lo exterior y puede permitirse el lujo de ignorar las modas y las exigencias sociales, que uno ya sabe lo que quiere y si sus circunstancias se lo permiten, puede disfrutar del placer de hacer, pensar y decir aquello que le conecta con lo que siente y piensa.

Que ninguno tenemos derecho a decirle a nadie cómo tiene que envejecer y sí el deber de revisar esos miedos que tenemos al paso del tiempo que nos hacen arrinconar a nuestros mayores.

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