Una vida placentera es lo que buscamos
¿Somos hedonistas? ¿Queremos una vida placentera? ¿Buscamos el placer y el disfrute? Obviamente y a excepción de los que se regodean en el sufrimiento, si. Desde que nacemos básicamente la búsqueda incesante del ser humano para por hallar la regulación, el equilibrio emocional y, por qué no, el bienestar físico, mental y material.
“En todo aquello que vale la pena de tener, incluso en el placer, hay un punto de dolor o de tedio que ha de ser sobrevivido para que el placer pueda revivir y resistir”. Gilbert Keith Chesterton. Escritor británico (1874-1936)
Posiblemente vivamos encadenados a la insatisfacción permanente que provoca el poner la mirada en aquello de lo que carecemos o que no sucede, en los deseos no cubiertos y en las expectativas no realistas acerca de lo que determinadas relaciones, adquisiciones, proyectos vitales o metas alcanzadas deben de aportarnos emocionalmente. Al poner la atención en las carencias más que en los logros, en las pérdidas más que en los encuentros, en lo que soñamos con que ocurra más que en la realidad misma, en otros tiempos mejores ya vividos o en el futuro imaginado más que en el presente, en lo que pensamos acerca de las ventajas que atribuimos a las vidas ajenas más que en las fortalezas personales y, en definitiva, al dirigir la mirada fuera de nosotros mismos, nos alejamos de lo que podría identificarse como una vida placentera.
“Todo hombre alimenta un secreto sueño, que no es la bondad ni el amor, sino un desenfrenado deseo de placer y egoísmo”. Gabriele d’ Annunzio. Escritor italiano (1863-1938)
La vida placentera no se basa necesariamente en las pertenencias ni en los logros alcanzados, no está escrita la receta para la felicidad, pero probablemente sea la suma de un conjunto de hábitos, actitudes y tendencias la que haga posible perseguir el sueño de una vida basada en el bienestar y el placer de sentir que se puede llegar a disfrutar del día a día sin grandes planes. Os proponemos algunos ingredientes para llevar una vida placentera que nos parece que no pueden faltar a la cita con el goce por la vida:
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- Conecta mente y cuerpo. Dicen algunos autores que la respiración es la puerta que nos conecta con el exterior, el lugar por el que llevamos al cuerpo el estrés, el pesar, el miedo o la calma. Actividades tan saludables como la meditación y la contemplación nos permiten entrar en contacto con la fuente de sosiego que emana de forma natural en nuestro interior. Respirar con conciencia calma la mente y ayuda a escuchar al cuerpo, a su estructura y a sus funciones, acariciando de alguna manera ese lugar donde mente y cuerpo apenas pueden diferenciarse.
- No juzgues el ruido mental, solo ponle etiquetas. Tenemos a perder mucho tiempo en pensar, buscamos ratos para escuchar el ruido que suele generarse allí arriba y al que es posible que le demos un valor de realidad; los pensamientos no cesan, estamos diseñados para identificar peligros y fantasear para anticiparnos a la realidad, generando un mundo en ocasiones cargado de ansiedad que nos sumerge en un ensimismamiento un tanto perturbador. Está bien eso de escucharnos, pero mejor aun pasar a un plano reflexivo donde pueda discriminarse lo importante del ruido, para ello introducir nociones como no juzgar ni darle credibilidad a la realidad generada por la razón, simplemente atenderla y dejar que pase en busca de un estado mental regulado y menos temeroso.
- Haz de tu cuerpo tu templo. Sin duda alguna uno de los grandes logros en el avance de las sociedades ha sido el cuidado por la salud. Una alimentación equilibrada, la práctica de ejercicio físico, la higiene personal y los hábitos de sueño reparadores nos colocan en un marco de bienestar corporal que permiten a su vez la vivencia de sensaciones gratificantes y emociones positivas. Habitamos en un cuerpo que podemos transformar en nuestro templo particular, allá donde regresamos cada amanecer y que nos ofrece infinidad de posibilidades si lo mantenemos sano.
- Haz de tu casa tu inspiración. La casa es el hogar y el hogar la proyección de nuestra más preciada intimidad. Vivir en armonía también implica establecer un orden, un equilibrio y una estética en consonancia con nuestra personalidad. Deshazte de todo aquello que no utilices, limpia tu casa de objetos que ya no formen parte de tu presente y quédate con aquello que simbólicamente te hable de quién fuiste y quien eres. Mantén un orden exquisito, cuando todo está en su lugar la cabeza también es ordenada y liberada de cargas innecesarias. Haz de tu espacio vital un lugar con el que te sientas identificado, tu casa eres tú.
- Rodéate de personas que sumen. Pon atención al tipo de relaciones que mantienes, elige con conciencia a las personas que quieres que formen parte de tu historia personal. Deshazte de vínculos tóxicos que no te aporten bienestar y cuida aquellos con los que te sientas libre para ser y actuar sin máscaras, sin deudas ni secretos. Las relaciones sociales son gratificantes cuando suman, careciendo de interés las que dañan y nos transforman en personas que no reconocemos.
- Dedica tu tiempo a actividades motivadoras. Trata de aportarle al mundo aquello que te hace virtuoso, da lo mejor de ti en el trabajo que elijas y desarrolla tus potencialidades, todos las tenemos, solo que cada uno en lugares distintos. Descubre quién eres, qué te mueve, qué te hace sentir en conexión contigo mismo y aprovecha tus mejores habilidades para hacer de ellas tu estilo de vida. La motivación está directamente relacionada con la percepción de éxito, dedicar el tiempo a actividades gratificantes es una de las mejores inversiones para una vida plena.
- Diviértete, sonríe más. Uno de los mejores síntomas de salud mental es posiblemente el sentido del humor, la capacidad para reír y relativizar los sin sabores de la vida ayuda a digerir momentos vitales complicados y nos ayuda a conectar con los demás. Las actitudes positivas, alejadas de la queja y del victimismo potencian la salud, el bienestar y el placer.
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