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El amor de mi vida

Viviste tiempos difíciles, tu infancia no fue nada fácil, pasaste hambre, frío, inseguridad, miedo y aun así creciste fuerte, valiente y sereno. La guerra asolaba tu niñez y el futuro era incierto cada día, no había paz ni tampoco lujos, apenas comodidades y aún así te hiciste generoso y honorable. Perdiste a tus padres en tu más temprana infancia, buscaste el calor del hogar allá donde te daban comida y cobijo, sin más deseo que ser querido y aceptado, siempre triste, sumiso, callado. Aprendiste que la dignidad está en saber estar en cada momento de la vida según dictan las circunstancias, que el valor de un hombre no está en su hombría sino en su capacidad de superación. Te hiciste la promesa de no volver a pasar miedo, ni hambre, ni penurias, de no volver a padecer pesares por culpa de los demás, te hiciste responsable de ti, de tu vida, de  tu entereza y de tus capacidades para luchar por una vida grata, sencilla pero plena y así lo cumpliste.

Sin demora la vida te fue ofreciendo oportunidades para acercarte a tus sueños, aquellos con los que lograbas conciliar el sueño tiempo atrás conteniendo el dolor que la realidad solo podía darte. Y te convertiste en un gran hombre, seguro de sí mismo, abierto al mundo, responsable, respetuoso con la opinión y la vida de los demás, soñador empedernido, alegre siempre frente a cada dificultad, generoso, sin afán de conquistar el mundo ni pretencioso con acumular bienes, tú único motor fue desde entonces amanecer cada mañana en paz, sin preocupaciones excesivas y rodeado de mucho amor y, por supuesto, como no podía ser de otra manera,  así lo lograste.

Por primera vez encontraste un hogar en los brazos de nuestra madre, tu querida compañera de viaje, necesitaste apenas unos segundos para saber que ella sería la mujer de tu vida, con la que todo lo anterior comenzó a formar parte de un pasado muy lejano, con la que hallaste el sentido para tan larga espera. La cuidaste como nadie lo había hecho antes, ella fue tu musa, tu empujón, tu sonrisa y con ella nos diste la vida. Una vida por cierto llena de amor, de esperanza, de tranquilidad, nos ofreciste con absoluta rotundidad, todo lo que tú no pudiste tener. Nuestra infancia fue el mejor regalo que un padre puede hacer a sus hijos, siempre había una sonrisa para cada lágrima, un abrazo sereno y sentido, tiempos de juego interminables y veladas de contar historias de tu propia vida, nos diste todo tu ser, sin peros, siempre estabas presente, en cada momento importante podíamos contar contigo, te convertiste desde muy pronto en un punto de referencia fundamental para nuestras vidas, jamás te oí gritar ni criticar, tus enfados eran pasajeros y siempre nos hacías comprender dónde estaban los límites en la vida, celebrabas cada alegría nuestra como si fuese la tuya propia.

El amor no se cuenta, se entrega, que las buenas acciones no se adivinan, se actúan Click to Tweet

Pudimos crecer sabiendo que siempre estarías allí, cerca de nosotros pero sin invadir nuestras vidas, ante cualquier problema nos ayudabas a encontrar la solución, frente a las dudas nos informabas sin reparos, los miedos los combatías con abrazos y siempre nos empujabas hacia la vida, sin retenernos, como si no te doliese que nos marchásemos a vivir nuestra propia vida. Entendiste tan bien la tuya que diste sentido a la nuestra, dotados de todas las herramientas para mirar al mundo y decirle que no le tenemos miedo, que la vida es única e incomparable con cualquier otro bien conocido, y ante todo, que la vida nos pertenece y por ello debíamos responsabilizarnos de tener una buena vida.

Y crecimos…y entonces nos marchamos… tú siempre nos empujabas a salir lejos del hogar, nunca supimos de tus lágrimas y tu dolor hasta mucho tiempo después, gracias como siempre por tu generosidad, hasta para arrancarnos de tu lado lo hiciste fácil. Y aún así siempre estabas presente, en cada nueva relación, en cada aventura o proyecto brotaban tus enseñanzas – ”deja que la vida te lleve, no te opongas, confía en el buen hacer del destino, no te resistas nunca al dolor, si lo sientes vívelo con naturalidad, forma parte de la vida… admira y serás admirado, confía y confiarán en ti, se generoso y lo serán contigo, deja irse al que no se quiera quedar… la vida habla, solo tienes que escucharla”- sin duda las más sabias palabras que jamás hemos recibido y que forman parte del legado que nos dejas.

Aprendí de ti que el amor no se cuenta, se entrega, que las buenas acciones no se adivinan, se actúan y que la vida es un asunto personal de cada uno donde nadie debe marcar los ritmos ni las elecciones. Aprendí de ti que es difícil poder encontrar en otros hombres lo que tú me diste, tu sinceridad, bondad, franqueza, tesón, entrega, incondicionalidad y lealtad y por todo ello quisiera decirte que por más que encuentre el amor en la mejor de sus versiones, sin lugar a dudas, el amor de mi vida eres y serás tú, alcanzarte será un reto, hacer gala de tus enseñanzas, un honor y quererte, un privilegio.

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